Ven, Espíritu Santo.
Tú eres el Dador de vida, el Consolador, el Fuego del alma, la Fuente interior viva.
Tú eres el Amor, en el sentido divino de la palabra.
Tenemos absoluta necesidad de ti, Tú eres el Camino de la vida.
Tú eres el Santificador que hemos recibido, tantas veces, en los sacramentos.
Tú eres el toque de Dios que ha impreso, en nuestras almas, el carácter cristiano.
Tú eres la dulzura y, a la par, la fortaleza de la vida cristiana.
Tú eres el dulce huésped del alma.
Tú eres el Amigo para el que queremos tener: atención interior, servicio reverencial, escucha dócil, devoción afectuosa, amor fuerte.
Ven, Espíritu Santo, renueva la faz de la tierra.
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Es una oración del Papa San Pablo VI.

"En medio de vuestras penas volved vuestro rostro hacia la Peña de Francia, puestas las rodillas en tierra, con mucha fe y devoción, y decid tres veces el Ave María a la Virgen María, a honor y reverencia hacia su imagen, que allí está escondida hará doscientos años. Luego sentiréis descanso en vuestro corazón".
Amén.
(Juana Hernández, año 1424).
¡Virgen de la Peña de Francia,
sed mi amparo y mi guía.
Donde quiera que me encuentre,
bendecidme, Madre mía!
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Juana Hernández, conocida como la Moza de Sequeros o la Profetisa Juana, fue una joven que enfermó de la Peste en 1424 y, poco antes de morir, vaticinó:
"Volved vuestro rostro hacia la Peña de Francia y rezad a la Virgen
María. Allí está escondida desde hace doscientos años una imagen suya
que pronto será manifestada y por ella hará Nuestro Señor muchos
milagros. Esta gloriosa imagen ha de ser mostrada a un hombre de buena
vida.
La talla fue descubierta por el francés, natural de París, Simón Roland, más conocido como Simón Vela, porque Dios le hizo conocer que su vocación era caminar en busca de una
imagen de la Virgen ocultada en una peña muy alta. Durante muchos días y
muchas noches escuchaba una voz interior que le decía: “Simón, vela,
vela y velarás que en el risco más alto tú la encontrarás".
Durante varios años buscó la Peña de Francia por la Bretaña francesa y
Santiago de Compostela, hasta que llegó a Salamanca donde escuchó que unos carboneros vendían carbón de la Peña de Francia. Los carboneros recelaron y no le dijeron donde estaba la Peña, pero él se enteró por unas mujeres de su localización y, cuando llegó arriba,
estaba cansado y era de noche. De nuevo volvió a oír la voz en su
interior: "Simón, vela, vela y no duermas"
siendo entonces cuando la Virgen se le apareció y le indicó
el lugar donde hallaría la imagen.
Bajó de la montaña para
pedir ayuda y varios hombres creyeron en él porque lo que contaba coincidía con las predicciones de la Moza Santa de
Sequeros. Le acompañaron y encontraron la talla que otros cristianos habían escondido de los infieles hacía varios siglos, era el 19 de mayo de 1434.
La Moza Santa de Sequeros también había profetizado que caerían
desde el horizonte tres señales luminosas en forma de cruz:
"La primera señal caerá sobre las casas del Obispo de Salamanca,
que están cerca de San Martín del Castañar, en las cuales se ha de
edificar de aquí a cinco años un monasterio de la Orden de San Francisco
de la Observancia. La segunda caerá sobre la Peña de Francia, donde la
gloriosa imagen ha de ser mostrada a un hombre de buena vida. Y allí, en
el mismo lugar, a reverencia de la Madre de Dios, se ha de hacer otro
monasterio de la Orden de los Predicadores, que es del Bienaventurado
Santo Domingo. La señal tercera caerá donde será la devota casa de la
Virgen María, nuestra Señora de la Peña de Francia"
Otra profecía que hizo, se refiere a que nunca caería un rayo en Sequeros y siempre se ha cumplido.
La
Moza Santa de Sequeros es recordada, sobre todo, durante la celebración
de la festividad de la Santa Cruz, el día 3 de mayo. En la Iglesia de Santa María del Robledo, se
encuentran los restos de la profetisa Juana Hernández, junto a los de Simón Vela.
Otras oraciones a Nuestra Señora de la Peña de Francia:
Oración a la Virgen de la Peña de Francia por los enfermos
Oración del peregrino a Nuestra Señora de la Peña de Francia.
Oración para encender una vela a Nuestra Señora de la Peña de Francia.

Junto a María, queremos orar por todos los enfermos: por los que están pasando situaciones difíciles, por aquellos que no tienen quién les cuide y por los que no tienen cura, ni ilusión.
Ponemos ante ti, Virgen de la Peña de Francia, junto a todos los que sufren, a sus cuidadores, para que a todos les des fortaleza de ánimo.
Ayuda a los enfermos a admitir con sencillez y gratitud los cuidados que reciben de los profesionales de la salud, de la familia y de los amigos.
Mantenles optimistas, fuertes y espirituales para llevar la enfermedad con espíritu de fe. Y acompáñanos, consoladora de los afligidos, para que en nuestra cruz sepamos encontrarnos con tu Hijo Jesús.
Amén.
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El Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia se encuentra a 1783 metros de altitud, en la provincia de Salamanca (España)
Otras oraciones a Nuestra Señora de la Peña de Francia:
Oración de la Moza Santa de Sequeros
Oración del peregrino a Nuestra Señora de la Peña de Francia.
Oración para encender una vela a Nuestra Señora de la Peña de Francia.
Nacer y renacer del agua y del Espíritu, nacer y renacer, morir para vivir.
Ser sumergidos en el agua del Bautismo (bis).
Nacer y renacer del aliento del Espíritu; nacer y renacer, morir para vivir.
No apaguéis la llama del Espíritu (bis).
Nacer y renacer al amor del Espíritu; nacer y renacer, morir para vivir.
Dar nuestra vida con riesgo de perderla (bis).
Nacer y renacer a la paz del Espíritu; nacer y renacer, morir para vivir.
Dentro de la noche el alba va a nacer (bis).
Yo soy el Pan de Vida,
el que venga a mí no tendrá hambre,
el que crea en mí no tendrá sed,
nadie viene a mí, si mi Padre no lo atrae.
Yo lo resucitaré
en el día final.
El Pan que Yo daré,
es mi Cuerpo, vida para el mundo,
el que siempre coma de mi Carne,
vivirá en mí, como Yo vivo en mi Padre.
Yo lo resucitaré
en el día final.
Yo soy esa bebida,
que se prueba y no se siente sed,
el que siempre beba de mi Sangre,
vivirá en mí, y tendrá la vida eterna.
Yo lo resucitaré
en el día final.
Sí, mi Señor, yo creo,
que has venido al mundo a redimirnos,
que Tú eres el Hijo de Dios,
y que estás aquí, alentando nuestras almas.
Yo lo resucitaré
en el día final.
Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado
canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada,
ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada, ¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas
renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo,
revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados
que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría
dada a luz en el dolor.
¡Aleluya!
Cantad cristianos,
cantad con fervor,
que por salvarnos
murió el Redentor,
y al tercer día resucitó.
¡Aleluya!
A los tres días, resucitó.
A Magdalena se apareció.
'Dinos, María, ¿qué has visto tú?'
He visto vivo a Cristo Jesús'.
Éste es el día que hizo el Señor;
éste es el día en que Cristo triunfó.
Canten los pueblos, aleluya;
en nuestra Pascua, aleluya.
Fiera batalla hoy se libró:
cayó el pecado, venció el amor.
Cristo glorioso resucitó.
De vida y muerte, es el Señor.
Hacia el sepulcro van Pedro y Juan.
Está vacío. ¿Él dónde está?
Resucitado, como anunció.
A todos juntos, se apareció.
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Es un Canto de Pascua cuyo texto es de J. Mª Burgos y la música de José Pagán.