martes, 29 de septiembre de 2009

Me has seducido, Señor


Señor, no soy nada,
¿por qué me has llamado?
Has pasado por mi puerta y bien sabes
que soy pobre y soy débil.
¿Por qué te has fijado en mí?

Me has seducido, Señor, con tu mirada,
me has hablado al corazón y me has querido.
Es imposible conocerte y no amarte.
Es imposible amarte y no seguirte.
¡Me has seducido, señor!

Señor, yo te sigo
y quiero darte lo que pides.
Aunque hay veces que me cuesta darlo todo,
Tú lo sabes; yo soy tuyo.
Caminas, Señor, junto a mí.

Me has seducido, Señor, con tu mirada,
me has hablado al corazón y me has querido.
Es imposible conocerte y no amarte.
Es imposible amarte y no seguirte.
¡Me has seducido, señor!

Señor, hoy tu nombre
es más que una palabra:
es tu voz que hoy resuena en mi interior,
y me habla en el silencio.
¿Qué quieres que haga por ti?

Me has seducido, Señor, con tu mirada,
me has hablado al corazón y me has querido.
Es imposible conocerte y no amarte.
Es imposible amarte y no seguirte.
¡Me has seducido, señor!
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Canto de entrada compuesto por Jordi Vivanco (Kairoi)

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Oración por los sacerdotes escrita por el Cardenal Richard Cushing

Dios Todopoderoso y Eterno,
mira con amor el rostro de tu Hijo
y por amor a Él que es el Sumo y Eterno Sacerdote
ten misericordia de tus sacerdotes.

Acuérdate, oh compasivo Señor,
que ellos no son sino frágiles y débiles seres humanos.
Remueve en ellos el don de la vocación que de modo admirable se consolidó
por la imposición de las manos de tus Obispos.

Mantenlos siempre cerca de ti.
No permitas que el enemigo les venza,
para que nunca se hagan participes de la más mínima falta
contra el honor de tan sublime vocación.

Señor Jesús, te pido por tus fieles y fervorosos sacerdotes,
así como por los sacerdotes infieles y tibios;
por los sacerdotes que trabajan en su propia tierra
o los que te sirven lejos, en lugares o misiones distantes;
por tus sacerdotes tentados;
por los que sienten la soledad el tedio o el cansancio;
por los sacerdotes jóvenes
o por los que estén a punto de morir
así como por las almas de sacerdotes en el purgatorio.

Pero, sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que más aprecio:
el sacerdote que me bautizó o me ha absuelto de mis pecados;
los sacerdotes a cuyas misas he asistido y me han dado Tu Cuerpo y Sangre en la Comunión;
los sacerdotes que me han aconsejado, me han consolado o animado
y aquellos a quienes de alguna forma les estoy más en deuda.

Oh, Jesús, mantenlos a todos cerca de tu Corazón
y bendícelos abundantemente en el tiempo y en la eternidad.

Amén.