Escuchamos la Palabra a través de Juan el Bautista que, recordando a Isaías, nos dice:
"Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios".
Qué triste que estas palabras caigan en desierto; porque nuestras vidas no son un camino recto y accesible por el que facilitemos tu llegada a los hombres.
Continuamos siendo "montes y colinas" porque el orgullo y el egoísmo dificultan que mostremos tu esplendor.
Seguimos siendo "valles", porque no tenemos voluntad y constancia, para convertirnos cada día y posibilitar vivir "limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia".
Somos responsables de que "todos vean la salvación", pero necesitamos "enderezar lo torcido", para crecer en esperanza, junto con los hombres, nuestros hermanos, y poder decir con el salmista:
"El Señor ha estado grande con nosotros".
En este Adviento, ayúdanos a "ponernos en pie".
Ayúdanos para que "nuestra comunidad de amor siga creciendo", a pesar de nuestros fallos, pecados y omisiones y que, escuchando e imitando a Juan el Bautista, seamos tus "precursores" en nuestro mundo.
¡Madre nuestra! ¡Virgen Inmaculada! Sé guardiana de todos los caminos de la Iglesia y del mundo, y de los del mundo hacia la Iglesia. En tu persona, la Iglesia ha alcanzado ya la perfección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga. Pero en nuestra peregrinación terrestre debemos luchar todavía por crecer en santidad. Y, por eso, levantamos los ojos hacia ti, Virgen Inmaculada, Madre de la Iglesia y Madre de todos los hombres; hacia ti, Estrella de nuestro Adviento. ¡Estrella de la mañana, de la gloria perenne, del hombre en Dios, acoge nuestro amor y nuestra veneración! Acepta nuestro abandono en ti. Amén.
Padre Eterno, os ofrezco la Preciosísima Sangre de Vuestro Divino Hijo Jesús, junto con las Misas que se digan hoy en todo el mundo: - por todas las santas almas del Purgatorio, - por los pecadores en todas partes, - por los pecadores en la Iglesia Universal, - los de mi propio hogar, y dentro de mi familia. Amén. ---------- Esta Oración Maravillosa que libera mil almas del Purgatorio, se recomienda que se rece todos los días. El Salvador aseguró a Santa Gertrudis la Magna, religiosa cisterciense del Monasterio de Helfta en Eisleben (Alemania), a finales del siglo XIII, que esta oración liberaría a mil almas del Purgatorio cada vez que se ofreciese, extendiéndose también la Promesa a la conversión y salvación de las que todavía peregrinan en la Tierra.