Te damos gracias, Padre, por las promesas que hiciste a tu pueblo de llevar a cabo con los tuyos la "justicia y el derecho en la Tierra". Te damos gracias por el regalo de la esperanza en la liberación: esperanza de vivir en paz, esperanza de verificar tu amor, esperanza de combatir el odio, esperanza de libertad. Tú eres, Señor, "nuestra justicia". Sabemos que vienes y que vendrás. Danos un corazón vigilante, que no se embote con la preocupación del dinero y los intereses de este mundo, sino que esté despierto para abrirte cuando llames a la puerta. Sabemos por la fe que nuestra liberación se acerca e intentamos alzar nuestras cabezas. Deseamos mantenernos "en pie ante el Hijo del Hombre". Por eso te decimos: "ven Señor, no tardes".
Padre Eterno, te ofrezco la preciosa sangre de tu hijo Jesús. En unión con el Santo Sacrificio de la Eucaristía, en todos los altares del mundo en el día de hoy. Por las pobres almas del purgatorio, por los pecadores del mundo entero, por los pecadores en el seno de la Iglesia Universal y por todos aquellos que habitan mi propio hogar y que forman mi familia. Amén. Jesús confío en ti.