Señor mío Jesucristo, me acerco a tu altar lleno de temor por mis pecados, pero también lleno de confianza porque estoy seguro de tu misericordia.
Tengo conciencia de que mis pecados son muchos y de que no he sabido dominar mi corazón y mi lengua. Por eso, Señor de bondad y de poder, con mis miserias y temores me acerco a ti, fuente de misericordia y de perdón; vengo a refugiarme en ti, que has dado la vida por salvarme. Antes de que llegues como juez a pedirme cuentas, Señor, no me da vergüenza descubrirte a ti mis llagas. Me dan miedo mis pecados, cuyo número y magnitud sólo Tú conoces; pero confío en tu infinita misericordia. Señor mío Jesucristo, Rey eterno, Dios y Hombre verdadero, mírame con amor, pues quisiste hacerte hombre para morir por nosotros.
Escúchame, pues espero en ti. Ten compasión de mis pecados y miserias, Tú que eres fuente inagotable de amor. Te adoro, Señor, porque diste tu vida en la cruz y te ofreciste en ella como redentor por todos los hombres y especialmente por mí. Adoro, Señor, la sangre preciosa que brotó de tus heridas y ha purificado al mundo de sus pecados. Mira, Señor, a este pobre pecador, creado y redimido por ti. Me arrepiento de mis pecados y propongo corregir sus consecuencias. Purifícame de todas mis maldades para que pueda recibir menos indignamente tu sagrada Comunión. Que tu cuerpo y tu sangre me ayuden, Señor, a obtener de ti el perdón de mis pecados y la satisfacción de mis culpas; me libren de mis malos pensamientos, renueven en mí los sentimientos santos, me impulsen a cumplir tu voluntad y me protejan en todo peligro de alma y cuerpo.
Amén.
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San Ambrosio (340-397) fue un destacado obispo de la ciudad de Milán, gran teólogo, es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia de Occidente o Latina y uno de los treinta y siete doctores de la Iglesia Católica. Su festividad se celebra el 7 de diciembre.