tú resplandeces siempre en nuestro camino
como signo de salvación y esperanza.
Nosotros nos encomendamos a ti, salud de los enfermos,
que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que proveerás para que,
como en Caná de Galilea,
pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos.
Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos,
a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección.
Bajo tu protección nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
oh, Virgen gloriosa y bendita.
Amén.
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Es una oración del Papa Francisco.