Jesús, dulce memoria, fiel consuelo,
que dad gozo y placer al alma pura;
más dulce que la miel es la dulzura
de tu dulce presencia, Rey del cielo.
Nada se oye que dé más regocijo,
nada puede la voz cantar más suave,
nada pensar más dulce el nombre sabe,
que Jesús amoroso de Dios Hijo.
Jesús, nuestra esperanza, ¡qué piadoso
eres al que te pide humildemente!
¡Qué bueno al que te busca diligente!
Y el que logra hallarte, ¡que dichoso!
Ni la voz el decirlo es practicable,
solo por experiencia se penetra,
ni llegarlo a explicar puede la letra;
que es amar a Jesús, bien inefable.
Sed, pues, nuestro placer, Jesús amado,
que has de ser galardón del alma pía;
sea en ti nuestra gloria y alegría
por siglos y por tiempo interminado.
Amén.