Te damos gracias, Padre,
por las promesas que hiciste a tu pueblo
de llevar a cabo con los tuyos
la "justicia y el derecho en la Tierra".
Te damos gracias por el regalo
de la esperanza en la liberación:
esperanza de vivir en paz,
esperanza de verificar tu amor,
esperanza de combatir el odio,
esperanza de libertad.
Tú eres, Señor, "nuestra justicia".
Sabemos que vienes y que vendrás.
Danos un corazón vigilante,
que no se embote
con la preocupación del dinero
y los intereses de este mundo,
sino que esté despierto para abrirte
cuando llames a la puerta.
Sabemos por la fe
que nuestra liberación se acerca
e intentamos alzar nuestras cabezas.
Deseamos mantenernos
"en pie ante el Hijo del Hombre".
Por eso te decimos:
"ven Señor, no tardes".
Nuestra acción de gracias se eleva a ti, Señor, Padre Santo, por Jesucristo, nuestro Señor.
En Él has puesto el futuro y la esperanza de este mundo que busca la plenitud.
Con la alianza renovada en su sangre se ha llenado de sentido nuestra historia.
Tus promesas se cumplen, son la meta del pueblo peregrino.
Tú eres el paraíso y la tierra prometida, eres la nueva vida y el banquete del Reino.
En Jesús, el Hijo prometido, has pronunciado la palabra final.
Él es la resurrección y la vida, la presencia segura del futuro esperado.
Él es el primer hermano de la nueva humanidad.
Haz que lleguemos donde Tú nos esperas, donde serás el gozo de los justos por los siglos sin fin.
Amén.
Padre Eterno, te ofrezco la preciosa sangre de tu hijo Jesús. En unión con el Santo Sacrificio de la Eucaristía, en todos los altares del mundo en el día de hoy.
Por las pobres almas del purgatorio, por los pecadores del mundo entero, por los pecadores en el seno de la Iglesia Universal y por todos aquellos que habitan mi propio hogar y que forman mi familia.
Amén.
Jesús confío en ti.