Oh, Señor,
gracias por tus palabras que nos dieron vida y por tu mano que nos regalaron la
salud.
Oh, Señor,
gracias por tus gestos que nos hicieron pensar en la Salvación de Dios y, por tus
ojos, que nos llevaron a rumiar en lo eterno.
Gracias,
Señor, por tus caminos que nos hicieron abandonar los nuestros egoístas y perdidos
en sí mismos o colapsados del polvo, mentira y tristeza.
Después de
tu tiempo, marcha Señor hacia el cielo pero, desde las alturas, no dejes de
guiarnos.
Que, nuestras
voces, necesitarán de tu voz que, nuestros pies, pedirán impulso de tu Espíritu
que, nuestro corazón, reclamará amor de tu Amor.
¡Marcha,
Señor, pero acompáñanos!
Que, en tu
Ascensión, queremos agarrarnos nosotros para compartir y ansiar la eternidad.
Que, en tu
Ascensión, nos dejas pistas y senderos que conducen hacia esa Ciudad de Dios.
Que, después
de tu trabajo valiente y sincero mereces ser coronado y festejado en ese lugar
cerca del Padre, en estancia feliz del cielo.
¡Marcha,
Señor, pero acompáñanos!
Que, sin tu
mirada, nuestras miradas caerán hacia el suelo.
Que, sin tu
mano, nuestros ideales se cruzarán de brazos.
Que, sin tus
palabras, nuestros labios se cerrarán en dique seco.
Que, sin tu
corazón, nuestros amores serán necios o mezquinos.
¡Marcha,
Señor, pero acompáñanos!
No te
decimos, Señor, adiós sino ¡hasta pronto!
Porque, bien
sabemos, amigo y Señor, que todo lo que dices o prometes, siempre cumples.
Que, tarde o
temprano, de mañana o en la oscura noche vendrás, regresarás en definitiva
vuelta hasta nosotros para que se cumpla, de una vez para siempre, la Salvación
que todos creemos, rezamos, añoramos y esperamos.
Amén.
¡Marcha,
Señor, pero no te olvides de nosotros!
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Es una oración apropiada para la Solemnidad de la Ascensión.