Padre resucitado, que sienta la paz que me muestras, que no se cierren mis puertas por el miedo.
Que me aferre al Espíritu que me regalas, para vivir intensamente el compromiso de sentirme enviado.
Señor mío y Dios mío, perdona mis debilidades, mis dudas, mis temores,
porque aun siendo a veces como Tomás, deseo buscarte, estar contigo;
porque aunque me encierre en mis silencios o en mis ruidos, en mis comodidades o en mis ocupaciones, Tú sabes cómo entrar en mi vida, como hacerla distinta, como insuflar aire en mis vacíos y oxigenar mi alma endurecida.
Que el Espíritu renovado de la resurrección, nacido de la victoria sobre la muerte y alimentado por el amor más generoso, impulse mi fe, mi permanencia en ti y aliente el ánimo modesto de quien quiere quererte, seguirte y responderte.
Padre, tu Amor es mi paz, mi paz es tu perdón, y tu perdón es mi camino de testimonio al amparo de tu Fuerza.
Amén.