Señora
y Madre mía, Virgen Santa María, la que desata los nudos; a tus pies me encuentro
para consagrarme a ti.
Con
filial afecto te ofrezco en este día cuanto soy y cuanto tengo: mis ojos, para
mirarte; mis oídos, para escucharte; mi voz, para cantar tus alabanzas; mi
vida, para servirte; mi corazón, para amarte.
Acepta,
Madre mía el ofrecimiento que te hago y colócame junto a tu corazón inmaculado.
Ya
que soy todo tuyo, Madre de misericordia, la que desata los nudos que
aprisionan nuestro pobre corazón, guárdame y protégeme como posesión tuya.
No
permitas que me deje seducir por el maligno, ni que mi corazón quede enredado
en sus engaños.
Enséñame
a aceptar los límites de mi condición humana, sin olvidar que puedo superarme con la ayuda de la gracia y que
agradezca siempre a Dios por mi existencia.
Ilumíname
para que no deseche al Creador por las criaturas, ni me aparte del camino que Él
pensó para mí.
Amén.
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Esta oración es una aportación de Silvia Romero.