¡Corazón inmaculado de María!
Que, a cambio de tu amor para con nosotros, recibes tantos ofensas:
Yo te ofrezco y consagro perpetuamente todo mi ser, para corresponder de la mejor manera, a tu ternura maternal, para reparar las injurias de que eres objeto de parte de tantos hijos ingratos, y para vivir por mi parte la consagración del mundo entero, tan deseado por tu Corazón, y llevada a cabo por el Sumo Pontífice.
Dígnate aceptar este humilde, pero sincero ofrecimiento.
Mi alma, mi cuerpo, mi vida son tuyos; y pues enteramente te pertenezco, guárdame y defiéndeme como cosa enteramente tuya.
Amén.
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Al ofrecer nuestra vida a la Santísima Virgen y colocarla en su Inmaculado Corazón, hacemos una promesa para pertenecer a Ella toda nuestra vida. Es un acto en el que, voluntariamente, nos ofrecemos para, a través de Ella, llegar a Nuestro Señor Jesucristo. La Consagración del Mundo al inmaculado Corazón de María, tuvo lugar en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, el 25 de marzo de 1984. Para ese momento, el Papa Juan Pablo II pidió la presencia de la imagen de Nuestra Señora de Fátima, venerada en la Capilla de las Apariciones.
Delante de la imagen, el Papa repitió el acto de entrega que había hecho en Fátima el 13 de Mayo de 1982.