Padre de misericordia, que por medio de tu Hijo te compadeciste
de los pobres, de los ciegos y de los oprimidos
por el demonio, por el mal y por el pecado,
y has ofrecido a todos los hombres la salvación.
Mira con gran amor a estos hijos tuyos que experimentan día a día
las tentaciones y reconocen ante Ti sus culpas.
Desátalos de la esclavitud del pecado y del yugo de Satanás;
concédeles pasar de las tinieblas a tu luz maravillosa,
y que, libres de sus pecados, se sientan protegidos de todos los peligros
y te estén agradecidos ahora y por toda la eternidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.