Te pedimos que sepamos ser responsables de este don tan maravilloso que nos ha hecho y que un día podamos alcanzar y gozar de la vida eterna que nos ha prometido.
Te damos gracias, Señor Jesús, porque quisiste ser en todo semejante a nosotros para darnos ejemplo y que podamos seguir tus huellas.
Te pedimos que, siguiéndote como buenos discípulos, imitemos tu ejemplo y vivamos coherentemente con la fe, la esperanza y la caridad que has puesto en nuestros corazones.
Te damos gracias, Espíritu Santo, porque has querido habitar en nosotros como en un templo haciéndonos hijos del Padre y miembros de Cristo.
Te pedimos que con tu fuerza y tu ayuda seamos siempre dóciles a la voluntad de Dios, busquemos en todo momento vivir unidos a Cristo y nuestro corazón deje de ser un corazón de piedra para convertirse en un corazón de carne; un corazón capaz de amar y de servir, y que pueda esperar confiado la resurrección en el último día.