Como busca el tierno infante, afligido y pesaroso,
el descanso y el reposo en el seno maternal,
así yo, desde que brilla la blanca luz de la aurora,
vengo a buscar, oh, Señora, tu protección celestial.
Como clama hacia lo alto el ave que cae del nido
todavía sin plumaje que la pueda sostener,
así clamo yo, María, desde mi desesperanza,
porque sé que tú, mi Madre, siempre me has de proteger.
Cual capullo en el verano, mustio y seco al sol ardiente,
en espera de la gota que lo haga florecer,
así espero yo, Señora, Madre de Jesús y mía,
que Tú pongas en mi frente una gota de saber.
Como tu Hijo resucita, luego de crucificado,
venciendo a la misma muerte y al demonio Lucifer,
así esperan los mortales, con la fe que no desvía,
llegar frente a Vos un día tu faz, por siempre, ver.