Oh María, mujer de las más sublimes alturas,
enséñanos a escalar la montaña santa que es Cristo.
Guíanos en el camino de Dios,
marcada por las huellas de tus pasos maternos.
Enséñanos el camino del amor,
para siempre poder amar.
Enséñanos el camino de la alegría,
para hacer felices a los demás.
Enséñanos el camino de la paciencia,
para poder acoger a todos con generosidad.
Enséñanos el camino de la bondad,
para servir a los hermanos que pasan necesidades.
Enséñanos el camino de la simplicidad,
para disfrutar de las bellezas de la creación.
Enséñanos el camino de la mansedumbre,
para traer paz al mundo.
Enséñanos el camino de la fidelidad,
para nunca cansarnos de hacer el bien.
Enséñanos a mirar a lo alto, para no perder de vista el objetivo final de nuestra vida: la comunión eterna con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Amén.
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"Me construirás una Iglesia en el lugar donde mañana encuentres nieve fresca”. Es lo que la Virgen comunica en sueños, una cálida noche de pleno verano en Roma el 4 de agosto del año 358 a Juan, noble patricio de la Urbe: una Iglesia donde mañana haya nieve fresca.
El patricio Juan la mañana del 5 de agosto corre donde el Papa para comunicarle la increíble visión nocturna y, poco después, la confirmación del milagro: la colina del Esquilino amanece blanca por una insólita nevada en pleno verano.
Allí se fundó la Basílica romana de Santa María Maggiore.