Creo, Señor, que Tú eres mi Padre y el Padre de toda la humanidad.
Jesús nos enseñó a amarte así para que descubriéramos que, igual que un padre y una madre:
Tú nos das la vida, tu misma vida;
Tú nos ayudas a crecer y a desarrollarnos para llegar a ser personas;
Tú nos indicas un camino de felicidad y nos invitas a seguirlo;
Tú nos pides que saquemos lo mejor de nosotros mismos sin contentarnos con ser mediocres;
Tú nos ofreces un amor total y sin condiciones.
Creo, Señor, que todo Tú eres amor, y que de tu corazón no puede brotar más que amor.
Creo, Señor, que todos los hombres y mujeres somos hermanos, miembros de una misma familia, tu familia.
Y que por eso todos somos iguales y podemos vivir unidos.