Padre bueno, concédenos poder inaugurar, con este ayuno santo, la
vigilancia propia de nuestro combate cristiano, para que el vigor que comunica a
nuestro ser la austeridad de la Cuaresma, afirme nuestra fortaleza en la lucha
cotidiana contra el mal y en el progreso de la virtud.
Por Jesucristo nuestro Señor.
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Vea, también, la Oración del miércoles de ceniza.