¡Oh Jesucristo, sois la eterna dulzura de todos los que os aman; la
alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y esperanza de
todos los pecadores! Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de
permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el
punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por
amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis soportado
desde el instante de vuestra Concepción y especialmente durante vuestra
Sagrada Pasión; tal como fue decretado y ordenado desde toda la
eternidad, según el plan divino.
Acordaos, Oh Señor, que durante la última cena con vuestros discípulos
les lavasteis los pies; y después, les disteis vuestro Sacratísimo
Cuerpo y vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura,
les anunciasteis vuestra próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en vuestra
Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: "Mi Alma está triste
hasta la muerte".
Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis
soportado en vuestro Sagrado Cuerpo antes del suplicio de la
crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor
sangriento, fuisteis traicionado por vuestro discípulo, Judas; apresado
por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido.
Fuisteis acusado por falsos testigos e injustamente juzgado por tres
jueces; todo lo cual sucedió en la flor de vuestra madurez, y en la
solemne estación pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de vuestra propia vestidura, y revestido
con manto de irrisión. Os cubrieron los ojos y la cara infligiéndoos
bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en vuestras manos
una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna, desgarrado con
azotes, y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores, que habéis soportado antes de
vuestra Pasión en la Cruz, concededme, antes de morir, una contrición
verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción, y la
remisión de todos mis pecados. Amén.
Ave María...
Segunda oración
¡Oh Jesús, verdadera libertad de los ángeles y paraíso de delicias!
Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido, cuando
vuestros enemigos, como leones furiosos, os rodearon con miles de
injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios
inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración a estos
tormentos y a las palabras injuriosas os suplico, ¡Oh mi Salvador, y
Redentor!, que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y
que bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la
salvación eterna. Amén.
Ave María...
Tercera oración
¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener
ni limitar! Vos abarcáis todo y todo es sostenido bajo vuestra amorosa
potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los
judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe clavaron vuestras
Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y, no viéndoos en un estado
suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron vuestras
Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad,
extendieron vuestro Cuerpo en la Cruz y, a fuerza de jalones y de
violentos estirones, en todas direcciones, dislocaron vuestros Huesos.
¡Oh Jesús!, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con
tanto amor en la Cruz, os suplico me concedáis la gracia de temeros y
amaros. Amén.
Ave María...
Cuarta oración
¡Oh Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras
llagas con las vuestras! Acordaos de las contusiones y los
desfallecimientos que habéis sufrido en todos vuestros miembros, que
fueron distendidos a tal grado que no ha habido dolor semejante al
vuestro. Desde la cabeza hasta la planta de los pies, ninguna parte de
vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos
vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por vuestros enemigos a
vuestro Padre Celestial, diciéndole: "Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen".
Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, os
hago esta súplica: conceded que el recuerdo de vuestra muy amarga
Pasión, nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos
nuestros pecados. Amén.
Ave María...
Quinta oración
¡Oh Jesús, espejo del Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza aguda
que habéis sentido al contemplar con anticipación las almas que habían
de condenarse. A la luz de vuestra Divinidad habéis vislumbrado la
predestinación de aquellos que se salvarían mediante los méritos de
Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente habéis contemplado tristemente
la inmensa multitud de réprobos que serían condenados por sus pecados; y
os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y
desgraciados pecadores.
Por este abismo de compasión y piedad, y principalmente por la bondad
que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: "Hoy estarás conmigo
en el Paraíso", hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora
de mi muerte tengáis misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro...
Ave María...
Sexta oración
¡Oh Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que
habéis sufrido cuando, desnudo y como un criminal común y corriente,
fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También fuisteis abandonado de
todos vuestros parientes y amigos, con la excepción de vuestra muy amada
Madre. En vuestra agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos. Luego, la
encomendasteis a vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a Maria: "Mujer,
he aquí a tu hijo!" Y a Juan: "¡He aquí a tu Madre!"
Os suplico, ¡Oh mi Salvador!, por la espada de dolor que entonces
traspasó el alma de vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de
mí. Y, en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como
espirituales, tened piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y
especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
Ave María...
Séptima oración
¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí! En
profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: "Tengo sed". Era sed
por la salvación del género humano. ¡Oh mi Salvador! Os ruego que
inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos a la perfección,
en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal
y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.
Ave María...
Octava oración
¡Oh Jesús, dulzura de los corazones y deleite del espíritu! Por el
vinagre y la hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor a
nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedednos la gracia de recibir
dignamente vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima durante
nuestra vida, y también a la hora de la muerte, para servir de remedio y
consuelo a nuestras almas. Amén.
Ave María...
Novena oración
¡Oh Jesús, virtud real y gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis
sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte,
insultado y ultrajado por los judíos. Clamasteis en voz alta que habíais
sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: "Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Por esta angustia, os suplico, ¡Oh mi Salvador!, que no me abandonéis en los terrores y dolores de
mi muerte. Amén.
Ave María...
Décima oración
¡Oh Jesús, principio y fin de todas las cosas, sois la Vida y la Virtud
plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un abismo de
penas, sufriendo dolor desde la planta de los pies hasta la coronilla
de la cabeza. En consideración a la enormidad de vuestras llagas,
enseñadme a guardar, por puro amor a vos, todos vuestros Mandamientos,
cuyo camino en vuestra Ley Divina es amplio y agradable para aquellos
que os aman. Amén.
Ave María...
Undécima oración
¡Oh Jesús, abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las llagas
que penetraron hasta la médula de vuestros huesos y entrañas para
atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador,
profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado.
Ocultadme de vuestro rostro tan justamente irritado contra mí.
Escondedme en los huecos de vuestras llagas hasta que vuestra cólera y
justísima indignación hayan cesado. Amén.
Ave María...
Duodécima oración
¡Oh Jesús, Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad y Vínculo de la
Caridad! Acordaos de la multitud de llagas con que fuisteis herido,
desde la cabeza hasta los pies. Esas llagas fueron laceradas y
enrojecidas, ¡Oh dulce Jesús!, por la efusión de vuestra adorable
sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por amor a
nosotros, en vuestra carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubisteis de
hacer por nosotros que no hayáis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis
cumplido! ¡Oh amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de vuestra
Pasión, que el fruto meritorio de vuestros sufrimientos sea renovado en
mi alma. Y que en mi corazón, vuestro amor aumente cada día hasta que
llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh amabilísimo Jesús! Vos sois
el tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que os pido me concedáis en
el Cielo. Amén.
Ave María...
Decimotercera oración
¡Oh Jesús, fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos del inmenso
dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas vuestras fuerzas, tanto
morales como físicas, inclinasteis la cabeza y dijisteis: "Todo está
consumado". Por esta angustia y dolor, os suplico, Señor Jesús, que
tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte cuando mi mente esté
tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén.
Padrenuestro...
Ave María...
Decimocuarta oración
¡Oh Jesús, único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de su
esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis
de vuestra alma, a vuestro Padre Eterno, diciéndole: "¡Padre en tus
Manos encomiendo mi Espíritu!" Desgarrado vuestro cuerpo, destrozado
vuestro corazón, y abiertas las entrañas de vuestra misericordia para
redimirnos, habéis expirado. Por vuestra Preciosa Muerte, os suplico, ¡Oh Rey de los santos!, confortadme. Socorredme para resistir al
demonio, a la carne y al mundo, a fin de que, estando muerto al mundo,
viva yo solamente para Vos. Y, a la hora de mi muerte, recibid mi alma
peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.
Ave María...
Decimoquinta oración
¡Oh Jesús, verdadera y fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de
sangre que tan generosamente habéis derramado de vuestro sagrado cuerpo.
Vuestra preciosa sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el
lagar.
De vuestro costado, perforado con la lanza por un soldado, ha brotado
sangre y agua, hasta no quedar en vuestro cuerpo gota alguna.
Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la cruz, la muy
fina y delicada carne vuestra fue destrozada; la substancia de vuestro
cuerpo fue marchitada y disecada la médula de vuestros huesos. Por esta
amarga Pasión, y por la efusión de vuestra preciosa Sangre, os suplico, ¡Oh dulcísimo Jesús!, que recibáis mi alma, cuando yo esté sufriendo
en la agonía de mi muerte. Amén.
Conclusión
¡Oh Dulce Jesús!
Herid mi corazón a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan
de pan, día y noche. Convertidme enteramente, ¡Oh mi Señor!, a Vos. Haced que
mi corazón sea vuestra habitación perpetua. Y que mi conversación sea
agradable. Que el fin de mi vida os sea de tal suerte loable, que después
de mi muerte pueda merecer vuestro Paraíso; y alabaros para siempre en el
Cielo con todos vuestros santos. Amén.
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Santa Brígida de Suecia (1303-1373). Fue declarada santa en 1391; es considerada además la santa patrona de Suecia, aptrona de las viudas y una de las patronas de Europa. Su fiesta es el 23 de julio.
Santa Brigida, escribió: "Mi amado hermano, yo estaba
sumergida en las más grandes amarguras de la vida. El dolor, la
enfermedad, la pobreza y el abandono me afligían. Con amor, cada tarde
leí estas Oraciones, mi vida ha sido transformada milagrosamente y el
Señor, fiel a sus promesas, me ha colmado de gozo, bienestar, riqueza y
consuelo. Lo que Jesús ha hecho por mí, miserable pecadora, lo hará
también por ti, mi amado hermano. Lee cada día estas oraciones".
Todos estos privilegios fueron prometidos a Santa Brígida desde una
imagen de nuestro Señor Jesucristo Crucificado, a condición de que ella
rezase todos los días estas oraciones, y son también prometidos a todos
aquellos que las recen devotamente cada día durante el período de un
año.
La santa, durante su vida, tuvo numerosas visiones. Deseaba saber el número de los
golpes que nuestro Señor había recibido durante su Pasión, un día Él se
le apareció diciéndole: «Hija mía, he recibido 5480 golpes sobre mi
cuerpo. Si tú quieres honrarlos dirás 15 Padrenuestros y 15 Ave Marías
con las oraciones siguientes (que le enseñó) durante un año. Pasado el
año, tú me habrás honrado por cada una de mis llagas».
Y añadió: «Quienquiera que rece estas oraciones durante un año tendrá estos beneficios":
1. Liberará del Purgatorio a quince almas de su estirpe.
2. Quince justos de su estirpe serán confirmados y conservados en gracia.
3. Quince pecadores de su estirpe se convertirán.
4. La persona que las rece llegará al mayor grado de perfección.
5. Quince días antes de morir recibirá mi precioso Cuerpo de modo que será
liberado del hambre eterno y beberá mi preciosa Sangre para que no tenga
sed en la eternidad.
6. Quince días antes de morir tendrá una contrición amarga de todos sus
pecados y un perfecto conocimiento de ellos.
7. Pondré el signo de mi Cruz victorioso ante ella para socorrerla y
defenderla contra los ataques de sus enemigos.
8. Antes de su muerte yo vendré a ella con mi amada Madre.
9. Recibiré con bondad su alma y la llevaré a los gozos eternos.
10. Y, conduciéndola hasta allá le daré, con singular trato, a beber de
la fuente de mi divinidad; cosa que no haré con aquellos que no hayan
recitado estas oraciones.
11. Necesitas saber que a quienquiera que haya vivido durante treinta años
en pecado mortal y diga devotamente estas Oraciones o se haya propuesto
hacerlo, yo le perdonaré todos sus pecados.
12. Lo defenderé de las tentaciones.
13. Le conservaré sus cinco sentidos.
14. Lo preservaré de la muerte repentina.
15. Salvaré su alma de las penas eternas.
16. Obtendrá todo lo que pidiera a Dios y a la Santa Virgen María.
17. Si hubiera vivido siempre según su propia voluntad y debiera de
morir mañana, su vida se prolongará.
18. Todas las veces que rezare estas oraciones ganará la indulgencia
parcial.
19. Estará seguro de estar junto al coro de los Ángeles.
20. Si alguien las enseñara a otro, tendrá gozo y mérito sin
fin, estables sobre la tierra y eternamente en Cielo.
21. Donde fueran pronunciadas estas oraciones, Dios estará presente con
su gracia».
Si multiplicamos las quince oraciones por los trescientos sesenta y cinco días del año, nos da un total de cinco mil cuatrocientos setenta y cinco azotes. Parece ser que los otros cinco se refiere a sus otras cinco llagas (manos, pies y costado) que, en este caso, no fueron producidas por el látigo, sino por los clavos y la lanza. Estas cinco llagas más los cinco mil cuatrocientos setenta y cinco azotes, da un total de cinco mil cuatrocientos ochenta golpes que recibió, en su Cuerpo, Nuestro Señor Jesucristo.