Nosotros, entonces, siguiendo a los Santos Padres, unánimes enseñamos a todos a confesar a uno y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en deidad y perfecto en humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre, con alma racional y cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a su naturaleza divina, y consustancial con nosotros en cuanto a su naturaleza humana; en todo como nosotros, pero sin pecado; engendrado por el Padre desde la eternidad en cuanto a su naturaleza divina; y en estos últimos días, por nosotros y para nuestra salvación, nacido de la Virgen María, Madre de Dios en cuanto a su naturaleza humana; uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito.
Lo reconocemos en sus dos naturalezas: dos naturalezas no mezcladas ni confundidas; sin cambio o mutabilidad; sin división y sin separación; la unión de las dos naturalezas no destruye sus diferencias; sino más bien las propiedades de cada naturaleza se preservan y concurren en una única persona y en una única subsistencia y existencia; estas dos naturalezas no están de ningún modo partidas o divididas entre dos personas, sino están en uno y el mismo Hijo, Unigénito, Dios Verbo, el Señor Jesucristo, como los profetas nos instruyeron desde el principio, el mismo Señor Jesucristo nos enseñó, y el Credo de los Padres nos legó.
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La definición de Calcedonia, también conocida como Credo de Calcedonia, es una declaración del Concilio Ecuménico de Calcedonia del año 451 con el fin de acabar con la herejía del monofisismo (error de Eutiques) y reconocer la plena divinidad y la plena humanidad de Nuestro Señor Jesucristo.